sábado, 26 de octubre de 2013

Actualización del blog para que no parezca que lo tengo abandonado: insomnio al revés

Así de inspirada y sincera me he levantado hoy, si es que me he levantado. El plan para el viernes noche era ver alguna película y quedarme leyendo hasta las tantas. Con lo que no contaba yo es con que el cansancio me haría quedarme profundísimamente dormida en mitad de un cuento de Alice Munro. Aquí convendría hacer el comentario snob de que en realidad había leído algunos de sus cuentos hace años y que llevaba tiempo queriendo leer alguna de sus obras, pero paso: soy de los que sucumbieron ante la pila de libros que la Fnac dejó en un lugar visible al olor del recién concedido Nobel.

Lo que iba diciendo, que como estaba lloviendo a cántaros me parecía un planazo quedarme en mi casita de madera a las afueras de Toronto leyendo al calor de la chimenea. Pero el leve crujido de la hierba bajo las patitas de las ardillas me llevó a un estado en somnolencia profunda que terminó exactamente a las 7.35 de la mañana (hora de Canadá). Me asomé a la ventana y comprobé que seguía lloviendo con igual intensidad. Intenté conciliar el sueño en vano, e, ilusa que es una, opté por levantarme, lavarme la cara y prepararme un café, mientras observaba por la ventana de la cocina a los transeúntes que caminaban adormilados hacia la boca de metro (aquí ya me había dado cuenta de que vivo en Madrizzz) y a otros transeuntes que salían del metro intentando aparentar que ni vienen de marcha ni están jartos como cajas.

Total, que me preparé un café y volví a la cama en Canadá, justo en el momento en el que amanecía. Retomé la lectura durante varias horas y de paso también retomé un poquito las ganas de escribir. Y es por eso que estoy aquí, lector blogófilo insomne, recomendándote encarecídamente que leas algo de Alice Munro. Mientras, el café hace su efecto inverso y vuelvo a sentir bastante sueño. Total, hoy es sábado. Lo mismo ni siquiera tengo insomnio y solo quería que pareciera que el blog sigue vivo. Buenas noches/días. Que descanses.

sábado, 15 de junio de 2013

Garita de Alejandría

Hypatia de Alejandría es considerada por muchos la primera mujer científica de la historia. En un tiempo en el que las mujeres no tenían acceso al saber, Hypatia consiguió abrirse camino en la ciencia y llegar a tener un gran reconocimiento público. Para ello tuvo que renunciar al matrimonio y a su faceta más femenina. Alrededor del año 370 d.C. nació Hypatia en Alejandría. Con el tiempo se convertiría en una mujer brillante y con una gran belleza. Es la primera mujer dedicada a la ciencia cuya vida está bien documentada.



Mi amiga Gara, por su cumpleaños, solo quería un regalo: un póster de Hypatia de Alejandría. Sé que lo hace sinceramente, que no es un "no hace falta que me compres nada caro", que cuando dice que quiere este póster es porque en sus noches insomnes, estudiando Historia con un afán que le envidio, le verá la cara a Hypatia (1), le sonreirá con complicidad, y Gara sabrá (si es que no lo sabe ya) que tiene que seguir adelante porque la ciencia le espera.


A Gara la conocí hace tantos años que sería imposible saber cuándo nos vimos por primera vez. Y la admiro, la admiro más que a Hypatia. Gara y yo jugábamos a bautizar a los gatos en la acequia, a rellenar globos con agua (2) y tirarlos por la ventana del piso de arriba, y a imitar el baile de las Spice Girls a ritmo de patada voladora y de ichuwanabimailova. Intelectuales, lo que se dice intelectuales, no éramos. A esa edad, Hypatia ya estaría escribiendo la Geometría de las Crónicas de Apolonio. 


Tanto una como la otra son inteligentes, vaya que si lo son. Y han tenido una familia que les ha inculcado desde muy pequeñas el valor de pensar por una misma, de no hacer siempre "lo que se debe". Gara es sin duda alguna la persona más fuerte y valiente que conozco, tiene una inmensa capacidad de observación, de razonamiento y de constante reinvención. Es la que siempre te da el mejor consejo, la que te mira a los ojos y te dice "¿es lo que tú quieres? pues adelante". La inteligencia emocional es la más preciada de las inteligencias, la más difícil de poner práctica, y en eso Garita de Alejandría sabe más del funcionamiento del universo que la mismísima Hypatia. 


No sé si las amigas de Hypatia, si las tenía, le dijeron alguna vez lo mucho que valía y lo cerca que tenía las estrellas. Por si acaso, para no dar nada por supuesto, lo dejo aquí patente para el día de mañana, cuando Gara rescate los pergaminos de esta ciudad en llamas.


(1) A Rachel Weisz en su defecto.
(2) ¿Eran globos?


lunes, 6 de mayo de 2013

Autodiagnóstico: hipocondría


SERVICIO DE URGENCIAS INTEMPESTIVAS

ANTECEDENTES PERSONALES

Paranoias varias
Vértigo
Dificultad de aceptación del tempus fugit
Afición a Woody Allen

ANTECEDENTES FAMILIARES

Longevidad hipertensa
Aparente felicidad

ANAMNESIS

La impaciente refiere ralladas en horas de insomnio, lunares de crecimiento intermitente, picores de la nada, dificultad para concentrarse, especialmente al encontrarse bajo los efectos de la automedicación.
Episodios de pánico tras consultar foros de salud en Internet.
La impaciente insiste en que ni el omeprazol, ni el ibuprofeno, ni las benzodiacepinas, ni el bisolvón antitusivo sabor fresa para niños logran controlar el avance de su incipiente enfermedad inexistente.

AUTODIAGNÓSTICO

Hipocondría




domingo, 7 de abril de 2013

Intolerancia a la intolerancia


Hay quien me ha dicho que mi blog es de humor, y no sé si estoy de acuerdo. Los demás suelen juzgarnos mejor que nosotros mismos, por aquello de ver las cosas con perspectiva, pero en este caso disiento. Esto es un blog de obsesiones (no confundir con perversiones), una terapia gratuita que consiste en dedicarle media tarde a un pensamiento que te ronda la cabeza, ponerlo por escrito, ordenar el texto y al final de la sesión percatarte de que ahora la idea está también más ordenada en tu cabeza. Entre tú y yo: normalmente cuando termino de escribir ya no estoy al cien por cien de acuerdo con la opinión que expresé. Es lo que tiene el pensamiento crítico (y mira que está infravalorado).

Una de las obsesiones que me rondan la cabeza hasta rozar los límites de la migraña es la intolerancia que siento hacia la intolerancia. Sigo sin saber si en este caso la doble negación equivale a afirmación, esto es, si ser intolerante con los intolerantes equivale a ser tolerante, o, por el contrario y para mi desgracia, es una forma más de soberbia intransigencia. Y creo que no es la primera vez que escribo algo sobre esto, pero de un tiempo a esta parte noto que mi intolerancia al cuadrado va en aumento. Lo siento, no me sé reír de un chiste sexista, ni homófobo, ni racista. Y no es por nada... es que no me hace ni puñetera gracia.

Hace unos días tuve la desgracia ocasión de ver un capítulo de la serie Dos hombres y medio del que extraje la siguiente lectura: las mujeres que plantan cara a un hombre que les hace daño están amargadas porque ningún caballero las ha tratado con suficiente halago. Por suerte, ahí estaba el imbécil de Charlie Sheen (perdón, su personaje) para soltarles cuatro piropos y de este modo subirles la autoestima y hacerles ver que no tenían razón. Es lo que en coloquio de barra de bar se viene conociendo como: a esta lo que le hace falta es un buen...

También viene sucediendo últimamente que la página de inicio de Facebook está repleta de publicaciones y enlaces recomendados con contenido que no solo no me hace gracia sino que me parece absolutamente despreciable. Concretamente, una página sobre convocatorias de becas, que siempre he considerado muy completa y muy útil, lleva un tiempo luciéndose con comentarios del tipo ¿no crees que esta beca es un derroche innecesario de dinero? No hace falta decir que era una beca de humanidades (ya he dicho que el pensamiento crítico está infravalorado). Sobre este desprecio existente hacia las ciencias humanas y sociales mejor no empiezo a hablar, porque esa obsesión se merece un post propio. El caso es que esta página sobre becas hoy se ha levantado con el sorprendente hallazgo de que hay becas solo para mujeres, y no sé si pretendían hacer un chiste (es que no lo pillo) o si de verdad estaban indignados porque no haya becas solo para hombres. Afortunadamente para mi migraña, otros intolerantes a la intolerancia se despiertan temprano los domingos y se encargaron de acercar a los administradores de la página hacia el concepto de discriminación positiva: ayudar a determinados grupos sociales a integrarse en determinadas áreas de las que se les ha excluido sistemáticamente (claro que estas cosas nos las enseñan en las despilfarradoras facultades de letras). O lo que es lo mismo, promover becas solo para hombres sería tan ridículo como promover ayudas solo para ricos... (me dicen por el pinganillo que esto último hay gobiernos que lo hacen).

Quizás es que ser ignorante de tu ignorancia equivale a ser sabio para opinar sobre todo lo habido y por haber. Otro día les hablaré del estudiante de Química que me dijo que Alfonso X el Sabio escribía en provenzal.

Esto no es un llamamiento al buenrollismo ni a la paz mundial: es un llamamiento a la coherencia con tus ideas.

Buff... ya me auto-psicoanalicé, lo siento, Freud.

lunes, 11 de marzo de 2013

Ejercicio metaadictivo

Sería bastante paradójico/irónico/ridículo haber cerrado temporalmente mi cuenta en Facebook, porque se me caía la cara de vergüenza al mirar cada mañana la cantidad de trabajo que se amontonaba sobre mi mesa, y perder ahora el tiempo escribiendo en este blog. Pero después de varios años compartiendo pensamientos, ocurrencias y tonterías varias entre mis amigos, estos tres días de abstinencia han sido dignos de una buena clínica de desintoxicación. Hubo quien dijo que no sería capaz, que estoy demasiado enganchada. Tampoco faltó quien dijo que a ver si me iba a pasar como los que dejan de fumar y engordan, matando la ansiedad con otra adicción. Otros dijeron que hice lo correcto para tratar las adicciones: ponerme un objetivo alcanzable a corto plazo y decirles a mis conocidos que lo estoy dejando para que eviten la recaída. O lo que es lo mismo, aguantarte las ganas de reactivar la cuenta de Facebook solo por no soportar las bromitas del tipo ¡qué poco has tardado en volver! ¡sabíamos que no tenías suficiente fuerza de voluntad! Es que no la tengo.

Minuto 1 tras tomar la decisión: el chantaje emocional de Facebook. No sé si alguna vez has intentado marcharte del reino del señor Zuckerberg. En ese caso, te recomiendo que lo hagas, aunque solo sea durante cinco minutos, para las risas. En primer lugar, te exigen que especifiques el motivo de tu deserción. Este paso fue bastante sencillo ya que uno de los motivos es el siguiente: "esto es temporal, voy a volver". Es ahí cuando aparecen en pantalla las fotos de tus amigos, acompañadas del melodramático mensaje: "Fulanito te va a echar de menos". Desde mi adicta opinión, se agradecen los lacrimógenos intentos por que no me vaya, pero mi firme promesa de entregarme al trabajo en cuerpo y alma tambalea un poco cuando me informan de que, con tan solo volver a introducir mi nombre y mi contraseña todo seguirá tal y como lo he dejado.

Minuto 2 tras cerrar la cuenta: quiero volver a Facebook para contar lo heavy que me ha parecido el proceso de cerrar la cuenta.

Dos horas después del exilio: repito como un mantra durante toda la noche "¿te puedes creer que no tengo Facebook?". El mundo se convierte en algo fascinante, tan fascinante que me encantaría compartirlo con mis amigos... carteles de "se nesecita arbañil" que hubieran quedado preciosos en mi muro, conversaciones surrealistas que no sé a quién contarle.

Tres horas después: en mi mente no para de sonar la voz de Amy-Winehouse-en-paz-descanse, they tried to make me go to rehab, I said no, no, no. Mañana pongo esta canción en mi muro, ah, no... ¡maldita sea!

Cuatro horas y dos cervezas más tarde: "Mañana te mando un privado y te cuento... ¡joer, no puedo, no tengo Facebook!"

Primera mañana de trabajo tras el cierre: ocho impulsos inconscientes me llevan a la página de inicio. Mi nombre de usuario sigue ahí, solo tengo que poner la contraseña... no, esto no es serio... sigo trabajando.

Primera tarde de trabajo facebookless: en un ataque de aburrimiento sin precedentes, veo diez minutos del funeral de Hugo Chávez, hago la compra, preparo lentejas, pongo dos lavadoras.

24 horas después: comparto un enlace en mi muro... ¡pero si yo lo estaba dejando! quito el enlace antes de que alguien se dé cuenta... y me doy cuenta de que estoy soñando. Mi subconsciente entra en delirium tremens.

36 horas después: una amiga no sabe quien canta la canción que está sonando de fondo en el bar. "Mañana te la pongo en el muro... ¡mecagüen!". Rubia, si me estás leyendo, eran Dire Straits.

48 horas después: vuelvo a soñar con el caralibro, no paran de llegarme notificaciones de personas opinando sobre mi abstinencia. La mayoría opina que no tengo fuerza de voluntad.

72 horas después: Calculo que habré avanzado tan solo una décima parte del trabajo que tenía pendiente. A lo mejor no estoy ahorrando tanto tiempo... a lo mejor no pasa nada por abrirlo un ratito a ver qué novedades hay... Que no, que sigo trabajando.

Y aquí sigo, con Amy en mi mente y empeñada en cumplir mi promesa. Y lo peor de todo es que mientras escribía este ejercicio de desintoxicación no paraba de pensar en cómo publicarlo en algún muro.

miércoles, 20 de febrero de 2013

Debate sobre el estado de la tesis

Señora presidenta, no podemos tolerar el estado en el que se encuentra su tesis doctoral, según nuestros cálculos aún le faltan más de cien referencias bibliográficas que leer, y como usted comprenderá, sin estos conocimientos estaríamos partiendo de una hipótesis incompleta. No se puede empezar una tesis sin haber leído todo lo relacionado con el tema: esto es engañar a los ciudadanos y al Ministerio de Educación, que ha confiado en usted.

Señora líder de la oposición, usted comprenderá que cuando hicimos un listado con 357 referencias bibliográficas, todos y cada uno de nuestros asesores afirmaron con la boca torcida que semejante cantidad de estudios no se los iba a leer ni Perry. Hemos leído lo que las circunstancias nos han permitido, que es bastante más de lo que leyó su partido durante la anterior legislatura.

Señora presidenta, durante la anterior legislatura no habíamos empezado la tesis...

No me venga con demagogias, señora líder de la oposición. Ustedes no hicieron nada por esta tesis y nosotros estamos rescatándola del estado en el que ustedes la dejaron: hemos organizado la bibliografía, hemos leído y resumido unos tostones francamente infumables, en definitiva, hemos cumplido el programa....

¡Eso es mentira! De ninguna manera está cumpliendo con el programa, aún falta la mitad del trabajo de campo y de las lecturas, y ni siquiera ha terminado de redactar el capítulo de la metodología.

Señora líder de la oposición, me indigna su irresponsable postura: usted sabe perfectamente, y si no debería saberlo, que el capítulo de la metodología está prácticamente terminado, a falta de algún detalle sobre la realización de las encuestas, que se incluirá, obviamente, cuando se hayan realizado las encuestas.

Señora presidenta, a los españoles se nos dijo que usted era responsable y ordenada, y el poder le ha corrompido, ahora se acumulan los papeles y los libros en su escritorio, sin orden, ni estructura.

¡Jo, pero en mi cabeza las ideas están ordenadas!

¡Ni cabeza ni cabezo, señora presidenta! No defraude más a los españoles, los medios han publicado que se echa usted una siesta larga, y que dedica algún tiempo al blog, que es una iniciativa suya privada. Por no hablar de sus frecuentes visitas a Alcalá de Henares, donde al parecer está usted invirtiendo algo de dinero....

¡No me constan esos gastos!

¿Nos está diciendo a los españoles que no aprovecha sus frecuentes visitas a la Universidad de Alcalá para tomarse el desayuno especial en la pastelería de la calle Talamanca?

Ah, sí, eso sí.... todo es falso menos alguna cosa que es verdad, y lo del desayuno sí es cierto, pero por lo demás, estoy cumpliendo con las obligaciones que requiere mi cargo, yo nunca dije que esto fuera fácil, pero vemos algunos brotes verdes....

¡Cállese, señora presidenta, cierre el blog y póngase a trabajar!

viernes, 15 de febrero de 2013

El otro amor

Desde mis primeras caladas al cigarrito de la filología, me obsesiona la idea de que la realidad sea un continuo en el que solo identificamos una serie de elementos porque son los que tienen una palabra que los nombra. Me explico: cuando vemos una paleta de colores, un continuo donde el azul se va haciendo cada vez menos azul y más verde, y el verde cada vez menos verde y más amarillo, y cada uno de ellos a su vez se hace más claro, más oscuro, más rosado, más ocre, más transparente, si alguien nos preguntara "¿cuántos colores ves?", quizás olvidaríamos que la respuesta es casi infinita y nos lanzaríamos a enumerar aquellos colores que reconocemos porque ya tienen un nombre: rojo, marrón, celeste, turquesa, naranja. Los más avispados, los que estudiaron artes, diseño, moda, o los más interesados en lucirse, llegarán a identificar el blanco roto, el gris marengo, el color miel, el berenjena, el mostaza, el verde golf, el rojo inglés, pero siempre quedará un azul tristón o un gris insípido que no enumeremos. ¿Por qué? Porque no tiene nombre.

Lo bueno de esta idea es que una puede aplicársela a cualquier cosa que se le ocurra, y como ayer era ese día en el que los dependientes de El Corte Inglés te preguntaban ¿buscas un regalo para tu enamorado?, volvió a mi mente una teoría que vengo rumiando desde hace tiempo: la existencia de un tipo de amor que no tiene nombre. Quizás porque Cupido y las comedias de Hollywood se han adueñado casi por completo de la palabra "amor", igual que los Estados Unidos de la palabra "América", entendemos por amor ese empalagamiento químico-hormonal que disparó ayer la venta de bombones, lencería, flores y peluches con forma de corazón con dos bracitos. De este amor está todo dicho y hay muy poco que añadir. En la paleta de colores de las emociones, seguramente sería el rojo. Luego está el amor de la familia, el amor a los padres, a los hijos, a las abuelas: en mi mente son colores cálidos, amarillos, naranjas. Y el amor a las amigas, que -a mí que pertenezco a la generación Barbie- me parece rosa claro. Y el amor a los amigos varones, un color que huye de lo cursi pero resiste los rayos del sol. Y el flechazo, resultón y hueco, desestabilizador y fácilmente olvidable, quizás un amarillo fosforito como el de los carteles de "se vende".

Y finalmente un tipo de amor, que no es ni el azul tristón ni el gris insípido, pero que no tiene nombre, y mira que se merecería un nombre bonito y vistoso, elegante y duradero. Es ese amor sereno y estable que tenemos con las personas con las que conectamos sin esfuerzo. Es un amor que no chisporrotea pero que no suele apagarse. Es la manera en que queremos a algunas personas, muy pocos escogidos por la suerte -ni siquiera por nuestra voluntad-, con los que quizás no hemos vivido ningún momento trascendental en nuestras vidas, puede que no les hayamos contado nuestros grandes males ni grandes remedios, pero con los que la empatía fluye sin restricciones, al igual que la capacidad de alegrarse de los éxitos del otro (sentimiento, por otra parte, poco común, casi en peligro de extinción debido a las plagas de la envidia y la frustración). Es el amor que se ve en muchas miradas y que se traduce en complicidad, entre el profesor Keating y el alumno Neil Perry en El club de los poetas muertos, entre Woody Allen y Diane Keaton, entre Serrat y Sabina, entre Rick Blaine e Ilsa Lund (a la vista de este amor incoloro, el amor entre Ilsa y Victor no era más que un rojo vulgar), entre House y Cuddy en las primeras temporadas.

Quizás la palabra para esto es "amistad", pero en ese caso deberíamos dejar de llamar amigo a esa persona que te mira a los ojos y no te entiende. Me sigue pareciendo que hay algo ahí, que no es ni azul, ni verde, ni rojo, que no se celebra el 14 de febrero, y de lo que no solemos hablar porque no sabemos cómo nombrarlo. A lo mejor, simplemente, es conexión.

viernes, 1 de febrero de 2013

La coherencia

- Hombreeee, ¿qué tal? ¿cómo te va todo?
- Bueno, ahí vamos... ¿y usted?
- Nah, aquí tomándome mi cafetito y leyendo el periódico, como todos los jubilados... hay que ver cómo está la cosa, ¿eh? ¿has visto lo del Bárcenas?
- Esto ya no tiene arreglo... a mí me han echao y me tengo que ir
- ¿Cómo?
- Que me vuelvo al pueblo, que no me queda un duro para vivir en Madrid y en la casa de mis padres no pago alquiler...
- Vaya, hombre, por dios, ¡cuánto lo siento! ¿y en América no está mejor la cosa?
- Sí, eso estoy pensando, en ahorrar dinero para el billete y buscar trabajo en América... ¡allí sí que viven bien!... en Argentina hay muchísimo trabajo y pagan bien
- Eso dicen... y en Brasil
- Sí, sí, allí encuentro trabajo de lo mío... pero seguro, vamos
- Claro, hombre, anímate, no tienes nada que perder, vete al pueblo y te lo piensas. Dale recuerdos a tus abuelos.

Mientras tanto, en la barra del mismo bar de la periferia madrileña, el propietario del local (fiel devoto de la filosofía de vida mauriciocolmenereniana) reprende públicamente a su camarera sudamericana por haber tardado demasiado tiempo en servir, ella sola, a los veinte clientes que habíamos varado en semejante lugar. De todos es sabido que el pequeño empresario intolerante español, palillo en boca, solo puede desempeñar la más importante de las tareas: cobrar. Porque solo él y su palillo pueden acercarse a la caja registradora. Nadie en su sano juicio pretendería que él atienda a los dos albañiles rumanos que esperan desde hace diez minutos por su almuerzo de menú.

Mientras tanto, en la pantalla del televisor, un señor con traje y corbata hablaba sobre lo absolutamente descabellado que sería pensar que el otro señor de traje y corbata haya blanqueado millones gracias a la ley que aprobó el otro señor de traje y corbata. También la señora repeinada de chaqueta impoluta defendía la absoluta seriedad de su clan, compuesto por otros tantos señores de traje y corbata y numerosas señoras repeinadas con chaqueta impoluta.

Mientras tanto, los dos albañiles rumanos seguían esperando por su menú.

Mientras tanto, el joven del pueblo volvía a su casa pensando en ese paraíso laboral que es América, soñando con un trabajo bien pagado, con ahorrar para una vivienda propia.

Mientras tanto, en algún lugar de América, los familiares de la camarera recibirían un sobre con dinero desde España.

Mientras tanto, en algún lugar de la calle Génova, algún rancio español (esta vez sin palillo) reprendería en privado a otro señor de chaqueta y corbata por haber recibido un sobre con dinero.

Mientras tanto, el jubilado se acaba el cafetito, deja un euro en la mesa, y se va del bar resoplando con su periódico bajo el brazo, enfadado, cansado, desilusionado.

Y lo más curioso de todo es que no bajó el telón, no apareció ningún personaje que humillara a los malvados y reestableciera la dignidad del héroe honrado, no hubo ninguna moraleja, ni un pareado final. Ningún periodista corrió a interrogar a los actores sobre las inquietudes de su personaje, sobre las razones que le llevan a su comportamiento. A nadie le pareció que aquello fuera una excelente representación de la incoherencia humana.

lunes, 28 de enero de 2013

Analogías, tuberías y voces en off

De las series americanas siempre me ha fascinado (bueno, en realidad me fascinan muchas cosas, este apartado sería interminable) esa increíble serie de casualidades espacio-temporales que propician que el protagonista tenga dos problemas al mismo tiempo, uno más terrenal y otro más existencial, que se desarrollan paralelamente y se resuelven de manera análoga. Lo bueno de tener los conflictos por parejas metafóricas es que una frase casual, surgida en una conversación espontánea, del tipo "en el fondo siempre ha estado ahí", "para eso están los amigos", "lo importante es que tú te lo creas", hace que a nuestro héroe se le ilumine la cara, salga del bar de abajo donde siempre está con los amigos (o del despacho de Wilson) y corra despavorido a solventar el más terrenal de los problemas: el paciente con lupus, la chica enfadada, la bronca del jefe. Al final del capítulo, esta vez con música de fondo y una voz en off con tintes Tedmosbianos, aplica la misma afirmación al sentimiento de fracaso, de desamor, de desesperanza, y este otro problema más trascendente queda aparentemente resuelto (hasta el próximo episodio, porque, esa es otra, los americanos tienen problemas episódicos y desencadenan el nudo y el desenlace en lo que tú y yo seguiríamos atascados en nuestra mierda de conflicto). En el caso de Carrie Bradshaw el proceso resulta infinitamente más cómico porque de un conflicto "mundano" como puede ser perder unos Manolos se desencadena una reflexión vital (escrita a ordenador mirando por la ventana, eso siempre) sobre la discriminación hacia las solteras y la tiranía de las amigas casadas.

Todo esto viene porque tengo la sospecha de que mis problemas no funcionan por parejas metafóricas, y como tengo el portátil debajo de la ventana, a veces escribo mirando hacia fuera y me sobreviene la tentación de metaforizar mis conflictos mundanos y que mi voz en off cierre el capítulo con una reflexión existencial extrapolable a mi generación. Y me puse a pensar y estuve a punto de hablar de un bote sifónico sentimental: ya sabes, cuando se atasca una tubería, la limpias como buenamente puedes, echas bicarbonato, vinagre, Cillit Bang y todo lo que digan los foros de Internet, y finalmente descubres que el atasco está medio metro más abajo, en el bote sifónico. Al llegar a semejante resolución de conflicto, si me llamara Carrie y viviera en la Tercera con Madison, torcería la cara hacia un lado y hablaría de esas desilusiones que parecen borradas de nuestra mente y que en realidad siguen atascadas unos centímetros más abajo, en nuestro bote sifónico sentimental. Pero como mis amigos no están en al bar de abajo, ni Wilson está en su despacho, ni se me ocurre cómo forzar la situación para encontrarle un final medianamente coherente a esto, concluyo que, desde mi humilde punto de vista, los problemas no vienen por parejas análogas, ni se resuelven gracias a una frase casual, ni son tan fácilmente extrapolables a nuestra desorientada generación.
Y lo digo con música de fondo, torciendo la cabeza y mirando por la ventana.

martes, 22 de enero de 2013

Reflexiones por escrito de una que no quiere escribir, escrito hace un año y reescrito para la ocasión


Que por qué no escribo, me preguntan. Que escribo bien, como la gente que sabe escribir, como los artículos de los domingos de Elvira Lindo. Que todos tenemos la necesidad de escribir. Que solo es dejarse llevar. Que las palabras salen solas. 
Vale, lo acepto, escribo. Ahí me planteo qué clase de escritora debería ser. ¿Cómo puedo cambiar la historia de la literatura? Demasiado ambicioso. ¿Me hago un blog? Demasiado mediocre. Dicen que las musas acuden al olor de la tinta, quizás sería cuestión de comprar un cuaderno Moleskine y sentarme en el Café Gijón... ¿no es aún más mediocre la impostura, la pose, el verso cursi anotado en una servilleta, la retórica hueca? Y vuelve a mi mente el profesor de literatura diciendo que él no escribe porque reconoce en sus textos sus lecturas: “Esto es Don Antonio”. ¿Es incompatible la filología con el oficio de escritor? ¿Habré visto demasiados toros desde la barrera? Identifico manías, descubro referencias y siento la necesidad de anotarlas en una nota al pie. ¿Esto se publicará? El editor, supongo, aclarará en su estudio preliminar que escribí estos textos el 10 de febrero de 2012, en plena vorágine pesimista (no sabrá mi editor que se debía a una sobredosis de estrógenos. Lo atribuirá al consumo de sustancias, al desengaño amoroso, al desengaño vital, al frío, a la nostalgia. Encontrará aquí el germen de mi famosa novela publicada veinte años después). ¿Son habilidades mentales distintas la escritura y la interpretación de los textos? 
¿Hay escritura sin lector? ¿Merecen mis textos que los lea alguien? Si no es así...¿para qué escribo? Da igual, lo bueno es tener algo que decir.  Un burro y una flauta.