domingo, 6 de abril de 2014

Cómo me puedo haber encontrado con vuestro padre (y no lo he reconocido porque no lleva un paraguas llamativo)

A mí me hubiese gustado que Ted Mosby cumpliera mi sueño. Es un sueño inviable en la vida real, aunque quizás sea posible en un futuro cercano como el de Her, un futuro en el que la tecnología controlará nuestras relaciones sociales y llevaremos pantalones a la altura del esófago. 

Parto de la base de que los guionistas de Cómo conocí a vuestra madre no son Dostoievski, pero les tenía dicho que tenían una gran idea entre manos y no quisieron escucharme. En las buenas obras de suspense, el asesino está ahí desde el principio y no nos damos cuenta, cambiamos varias veces de sospechoso y, finalmente, cuando el conflicto se ha resuelto, nos culpamos por no haberlo visto antes. Puede que incluso volvamos a ver la película (o releer el libro) mientras nos gritamos una y otra vez "¡si es que estaba claro!". Hablando de obras de ficción en general, existe un recurso teatral conocido como deus ex machina, consistente en que "una grúa (machina) introduce una deidad (deus) proveniente de fuera del escenario para resolver una situación". (Lo entrecomillo por deformación profesional, pero en realidad lo he sacado de Wikipedia, como los trabajos que entregábamos en el instituto copiados de la Encarta. Continúo). "Actualmente es utilizada para referirse a un elemento externo que resuelve una historia sin seguir su lógica interna." O lo que es lo mismo, contratar a la supuesta madre para que solo aparezca en la última temporada es solucionar el conflicto con una aparición estelar de Zeus en el último momento. Lo que me gustaría es volver a ver las primeras temporadas, aquellas que tenían gracia, y ver a "la madre" (¿tiene nombre?) tomando algo en el bar y cruzándose una y otra vez con Ted por la calle.

A mí me encantaría que existiera una copia grabada de todos los capítulos de mi vida, más que nada para volver a ver las anteriores temporadas y darme cuenta de que ese señor que se me coló en la cola del supermercado quizás años después fue mi profesor favorito de la carrera; o quizás aquella niña con la que me peleé por un caramelo en la cabalgata de Reyes de 1993 es ahora una de mis peores enemigas y me sigue robando caramelos. Seguro que en algún concierto me he llevado algún pisotón de alguien que años después acabó siendo mi amigo. Es un poco difícil de llevar a la práctica en la realidad (además de ilegal y seguramente inmoral), a menos que vivas en Corea del Norte. 

Sigo a la espera de que la tecnología haga posible volver a ver una escena del pasado y reparar en los detalles que se nos escaparon. Será cuestión de preguntarle a Dumbledore -creo que él tenía algún trasto que servía para eso-, o de que Kim Jong-un siga llevando a la práctica las profecías de Orwell en 1984 y nos instalen un buen sistema de videovigilancia. Mientras tanto seguiremos sin saber si ya nos hemos sentado en la mesa contigua a la del amor de nuestra vida. Wait for it.

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