martes, 16 de septiembre de 2014

El dilema

Qué duro debe de ser para él aceptar que hay cosas que salen mal, a pesar del tesón (la cabezonería, incluso) que le ha dedicado estos años y ahora todo se desmorona. Es duro aprender a estas alturas que a veces hay que dar un paso atrás a cambio de un futuro mejor, que nuestro propio convencimiento no tiene por qué ser compartido por los demás. Que a veces hay que cambiar de opinión. Rectificar, arrepentirse, zanjar el asunto, pasar página... como quieras llamarlo.

Qué fuerte sería sufrir la violencia estructural que obliga a los ministros a dimitir. ¿Cómo llega un hombre a su plena realización si no es a través del poder, don Alberto? Es casi contranatura que todo este proyecto no culmine con un feliz parto, dirá él.

Qué tristeza sentirse como una mujer desprotegida sin un dogma al que aferrarse. ¿Y ahora? Ahora deberá pasar por dos exámenes psiquiátricos para que los médicos le autoricen a dimitir, porque quizás no ha madurado su decisión, ya sabemos que a veces la gente toma decisiones impulsivas y equivocadas.

Con lo bonito que ha sido colgarse la etiqueta de provida todo este tiempo. Provida, qué palabra. Nadie puede estar en contra de eso. Quienes son tus enemigos ¿los promuerte? ¿los antivida? ¿los ebolistas?

Y qué bonito que la Justicia tenga vida propia y haya que defenderla por encima de su decisión personal. Qué dilema.